lunes, 2 de mayo de 2011

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Golfo de mexico: A un año del desastre


20 de abril de 2010: la plataforma Deepwater Horizon de BP, perdía el control del pozo de petróleo al que estaba conectada en el golfo de México. Dos días después se incendiaba y hundía llevándose la vida de 11 personas e hiriendo a otras 16. Tenía comienzo el mayor vertido de crudo de la historia de EEUU.

Despues de este suceso y de la creación del Flow Rate Technical Group y la disponibilidad de vídeo de alta resolución, las estimaciones sobre las perdidas de crudo en el golfo de mexico se hicieron más precisas y demostraron ser mucho más elevadas incluso que los cálculos realizados por Ian MacDonald. El Flow Rate Technical Group llegó a la conclusión de que en los primeros días del vertido salió cada día del pozo una cantidad equivalente a 62.000 barriles de petróleo, cantidad que se fue reduciendo a 53.000 al irse vaciando el pozo siniestrado, y alcanzando una cantidad equivalente a 4,9 millones de barriles en el momento en que el pozo fue sellado. El grupo calcula que se recogieron en superficie el equivalente a 800.000 barriles, lo que signifca que se vertieron efectivamente en aguas del Golfo unos 4,1 millones de barriles; aunque la primera estimación revisada por expertos, y publicada en la revista Science en octubre, aumentó esta cifra final hasta los 4,4 millones de barriles.
El estudio de la revista Science llegó a esas conclusiones utilizando la misma metodología que se emplea para medir las fumarolas hidrotermales, una metodología que BP había rechazado en mayo.

Además del petróleo se vertieron también en aguas del Golfo enormes cantidades de gas natural, un “vertido” que no alcanzó los canales de noticias, aunque los científcos se mostraron preocupados por su impacto ambiental. En los estudios más recientes publicados en febrero de 2011 se estima que los hidrocarburos gaseosos pueden haber supuesto el 40% del vertido total en peso 10.

Desde principios de junio, el petróleo vertido se extendió por las costas del Golfo de México y continuó dispersándose durante varios meses a volúmenes y frecuencias variables. Incluso a finales de noviembre de 2010, el petróleo seguía alcanzando las profundidades de las marismas de Louisiana, afectando a crías de cangrejos y camarones. Y a pesar de estos hechos, tanto la industria como el Gobierno, prácticamente desde el inicio del problema, han proclamado a la desesperada el éxito de la eliminación del vertido del Golfo para pasar página cuanto antes.
Quizá el comentario más chocante fue el realizado el 4 de agosto de 2010 por Carol Browner,
la entonces asesora especial del presidente Obama en materia de energía y cambio climático. Browner afirmó que “más de las tres cuartas partes del petróleo han desaparecido. La gran mayoría del petróleo ha desaparecido.” Su afirmación se basaba en un cálculo realizado por una herramienta del Gobierno denominada “Oil Budget Calculator”, que estimaba que el 17% del petróleo se había recuperado en la boca del pozo, el 8% se había quemado o retirado de la superfcie, y el 49% se había dispersado naturalmente o por medios químicos, disuelto o evaporado.
Tal afirmación fue rebatida inmediatamente por científcos independientes.

Michael Blum, de la Universidad de Tulane, señaló que “las estimaciones pueden interpretarse también como indicación de que entre el 50 y el 75% del petróleo permanece en el medio ambiente,” dado que el petróleo dispersado o disuelto no ha desaparecido, sino que sigue en el agua.

Ian MacDonald criticó la conclusión de que se había recuperado un 17% en la boca del pozo: “Nadie se preocupa por el petróleo no vertido,” afirmó, arguyendo que muchas de las cifras ofrecidas eran “puras conjeturas teóricas.” Y continuaba: “Presentar tales especulaciones como hechos científcos no me parece que sea propio de una agencia reguladora responsable. No puedo afirmar a ciencia cierta que sea necesariamente inexacto, pero sostener como dato científco que ha desaparecido del sistema, que se ha biodegradado… lo siento, pero es una tontería.”

Los correos electrónicos recogidos por Greenpeace bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA) muestran que esta preocupación era compartida por algunos responsables del informe
en el que Browner basó sus argumentos, y que el Gobierno estaba muy interesado en pintar lo antes posible un escenario positivo. Heather Zichal, entonces adjunta de Carol Browner en la Casa Blanca, afirmó a fnales de julio que estaba “siendo presionada” para finalizar y publicar lo antes posible el “Oil Budget Calculator”.

Bob Perciasepe, administrador adjunto de la Agencia de Protección Ambiental, expresó
su preocupación por la interpretación de los porcentajes de crudo que había sido dispersado
naturalmente y por medios químicos.Argumentó que “los porcentajes son muy someros y en ningún caso deben considerarse precisos” . Y predijo que “estos cálculos son estimaciones muy vagas, pero cuando salgan a la prensa – algo que queremos que suceda – empezarán a tomar vida propia.” Tras la publicación del informe y el comentario de Browner,
la administradora de la NOAA , Jane Lubchenco, envió un correo electrónico dando la impresión de distanciar a su Agencia de todo ello-“Espero que todo el mundo considere que éste fue un informe interinstitucional, no solo de la NOAA” – . Al igual que MacDonald y Blum, tratócon dudas la afirmación central de Browner: “no es exacto afirmar que el 75% del petróleo ha desaparecido.”

Determinar los impactos

En documentos recuperados por solicitudes a la FOIA por parte de Greenpeace se demuestra el gran interés de BP por encauzar la investigación científca sobre el vertido asegurando su presencia en todos los Comités de Evaluación de Daños a los Recursos Naturales. Trataba de ganar autoridad para infuenciar el ámbito al que se dirigían las delegaciones de la NOAA,; esperaba encauzar las investigaciones hacia la “restauración” en lugar de a los impactos, y forzaba un mensaje positivo.

BP financió de manera considerable a investigadores dispuestos a trabajar dentro de los parámetros de la compañía, mientras que otros científcos decidieron rechazar dichas ofertas cuando se les informó de que posiblemente su trabajo se vería implicado en un potencial litigio de defensa contra el Estado o el Gobierno Federal y probablemente no se publicaría en tres años.
Además, varios investigadores independientes se encontraron con la negativa de BP a su petición de acceso a los datos, mientras que los investigadores de la Universidad del Sur de Florida, que fueron de los primeros en anunciar el descubrimiento de los penachos submarinos, afirman que se les ordenó “callar.

Como resultado, Greenpeace envió su buque Arctic Sunrise al Golfo para ofrecer a los científcos independientes una plataforma de investigación. A lo largo de más de dos meses el Sunrise, su tripulación e investigadores invitados estudiaron el Golfo de oeste a este, de arriba a abajo, cerca del lugar del vertido y en puntos más alejados. El Arctic Sunrise se convirtió en la base de apoyo de científcos dedicados al estudio de las esponjas, el plancton, las ballenas, la química y la ecología de los sistemas betónicos.

Si el petróleo no estaba en la superficie y si parecía acumularse en la columna de agua en
cantidades menores de lo que podría haberse esperado, entonces... ¿dónde estaba?
Amon y sus colegas sospechaban que se estaba asentando en el fondo, y así era.
Utilizando una “box core” –un dispositivo de acero que captura lodo del fondo marino y del agua justo por encima – los científcos transportaron a bordo varias muestras desde una profundidad de 4.000 pies (1.300 metros). En varias de las muestras se observó claramente la presencia (a simple vista y por su olor) de petróleo. Por la misma época, los investigadores a bordo del buque de investigación Cape Hatteras encontraron también petróleo en el fondo marino, hasta 140 millas de la boca del pozo.

En noviembre, un equipo de investigadores dirigido por Charles Fisher de la Universidad de Penn State descubrió una comunidad de corales con muchas colonias muertas recientemente y otras seriamente afectadas. Los corales, afrma Fisher, “se han visto afectados hace poco tiempo por algo muy tóxico.” Y añade: “la proximidad del lugar del desastre, la profundidad , la clara evidencia de un impacto reciente y la singularidad de las observaciones sugieren que el impacto detectado guarda relación con la exposición de esta comunidad al petróleo, a dispersante, a la falta de oxígeno, o a alguna combinación de estos u otros efectos transmitidos por el agua como consecuencia del vertido.”

En febrero, Samantha Joye de la Universidad de Georgia publicó los resultados preliminares de la investigación de diciembre mostrando cómo los microbios eliminaban el petróleo del fondo marino mucho más lentamente de lo esperado.

Por otra parte, oficialmente, hasta noviembre de 2010 se habían recogido 6.814 animales muertos, incluidos más de 6.000 aves, casi 700 tortugas marinas y 101 delfnes, marsopas y ballenas. Pero muchas otras víctimas pueden haber pasado desapercibidas, como las aves y otras criaturas que podrían haberse internado en las marismas al intentar escapar del petróleo en tierra.

En marzo de 2011, en un artículo de la revista Conservation Biology se llegó a la conclusión de que la mortalidad total de delfines y ballenas como resultado del vertido puede haber sido 50 veces superior a la estimación original y que podrían haber perecido unas 5.050 sin ser detectadas.

Por otro lado y lamentablemente Shell ha anunciado ya sus planes de perforación de seis pozos en la región en 2012 y 2013, aunque aún no ha presentado solicitudes oficiales para ello.
Aparentemente este entusiasmo por perforar el sector marítimo del Ártico no se ha visto impedido por el anuncio de BP el pasado diciembre de que suspendía toda actividad en su propio campo petrolífero Liberty, en el Mar de Beaufort, debido a “diversos problemas surgidos durante la construcción de la plataforma sobre una isla artifcial.”

En un informe encargado y publicado por el Grupo Pew se deja claro que los planes de la industria petrolera para el Ártico demuestran de nuevo la complacencia y la falta de la toma en consideración de posibles desastres, algo que quedó demostrado claramente por el vertido del Golfo de México. En los planes de contingencia no sólo se obvian asuntos tan importantes como la severidad del clima y la remota ubicación, también se hacen suposiciones extremadamente optimistas. Por ejemplo, se afirma que se eliminaría hasta el 90% de un vertido de petróleo en el mar Ártico, cuando en el vertido del Golfo de México apenas se ha recuperado el 20% y menos del 8% en el accidente de la Exxon Valdez de 1989.

El informe destaca asimismo que no se han desarrollado modelos informáticos para predecir
adecuadamente cómo podría interactuar un vertido de petróleo en el Océano Ártico
con el hielo marino, y que hay muy poca base científca para medir los efectos de un
vertido en los ecosistemas árticos y las redes trófcas que soportan morsas, osos polares y
otros mamíferos marinos que no se encuentran en ningún otro lugar de EE.UU.

Vuelta a la normalidad

El 3 de abril de 2011, los medios de comunicación británicos informaron que BP había negociado un acuerdo con el gobierno de Obama por el que se les permitía
continuar la perforación en aguas profundas en el Golfo de México, unas actividades que
podrían reanudarse a partir del verano de 2011, poco más de un año después
de que se conociera la tragedia de la Deepwater Horizon.42 A la mañana siguiente, Politico resumió la esencia del anuncio en tres palabras: “¿BP: Qué vertido?


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